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Hermanos y hermanas, cada uno de nosotros forma parte de una familia. Nuestro apellido nos une y nos identifica, pero sabemos que no todas las familias son perfectas. Sin embargo, Dios nos ha colocado en una familia tanto física como espiritualmente. A nivel espiritual, somos parte de la familia de Dios, la mejor familia que existe en la tierra.
Cada uno de nosotros aporta algo valioso a esta familia. Cuando nos reunimos, celebramos nuestra diversidad cultural y compartimos el amor de Cristo. Somos una familia en la que elegimos estar, porque Dios nos ha colocado aquí para ser luz en el mundo.
La vida cristiana requiere ser activo y perseverante. Las pruebas nos fortalecen y nos ayudan a crecer en fe y paciencia. Debemos ser rápidos para escuchar, lentos para hablar y aún más lentos para enojarnos. Debemos deshacernos de la malicia y la impureza, y recibir humildemente la palabra de Dios.
Ser miembro activo de la familia de Dios significa comprometernos con la iglesia local. No solo asistimos a los servicios, sino que también participamos en programas de servicio, discipulado y desarrollo espiritual. Dios nos llama a crecer y a servir con amor y dedicación.
Al unirnos a la familia de Dios, encontramos nutrición espiritual, sentido de pertenencia y oportunidades para servir. Dios nos llama a crecer juntos como cuerpo de creyentes, llevando su luz a un mundo necesitado.
Que cada uno de nosotros pueda ser un miembro activo y valioso de la familia de Dios, llevando su amor y su luz a dondequiera que vayamos. ¡Que Dios nos bendiga y nos guíe en este camino de fe y servicio!
Atentamente,
Pastor Guillermo Ayala
Versículo Bíblico: Santiago 1:1-22
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