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La vida debemos reconocerla como un regalo que nuestro buen Dios nos da cada día. Si bien es cierto que la vida es una experiencia donde aprenderemos tantas cosas, el “Predicador” del libro de Eclesiastés nos recuerda que un mismo fin tenemos todos los seres vivos, y aun mismo lugar iremos todos, es decir cuando dejemos de existir. A ninguno de nosotros nos gusta pensar en la muerte, pero es un tema que inevitablemente nos llegará a todos algún día. Y en la vida vamos a vivir toda clase de eventos, tanto buenos como malos, satisfactorios como también frustrantes, nos recuerda la transitoriedad de la vida, y como la misma se nos va escapando como el humo, o como el viento al cual no podemos contener ni agarrar. No existe una fórmula mágica para la felicidad, y muchas veces en la vida se cometen muchas injusticias.
La vida se nos presenta como impredecible, donde tanto los buenos como los malos experimentan eventos aleatorios e injustos. En ocasiones, pareciera que aquellos con malas intenciones disfrutan de una vida sin contratiempos, mientras que aquellos que siguen fielmente a Dios enfrentan dificultades y amarguras. Es fácil caer en la trampa de envidiar lo que otros tienen, olvidando que, en las redes sociales, por ejemplo, la mayoría solo muestra su lado más positivo y atractivo. La vida misma es impredecible y a menudo injusta, trayendo tanto momentos favorables como adversos.
Es esencial recordar que la fe no garantiza una vida exenta de problemas. A veces, desastres naturales afectan a unos más que a otros, resaltando la naturaleza aleatoria de la vida. Sin embargo, incluso en medio de las pruebas, debemos glorificar a Dios, ya que las situaciones materiales pueden ser restauradas o mejoradas. Cómo enfrentamos las dificultades determina nuestra perspectiva de la vida, y aunque la vida pueda ser complicada, no debemos perder la esperanza.
La vida física es uno de los mayores regalos de Dios, pero considero que el tener a Jesús como Salvador y Señor y recibir la vida eterna es el regalo más grande de Dios para nuestras vidas. En la Navidad, conmemorando el nacimiento de Jesús, quien vivió una vida perfecta y sin pecado, vino a resolver el problema del pecado humano y ofrecer la promesa de la vida eterna junto a Dios. La vida terrenal, con todas sus bendiciones, no se compara con la vida eterna que nos espera junto a Él.
Cuando nuestros hijos no nos hacen caso y se ponen rebeldes, especialmente durante la pubertad y la adolescencia, es natural cuestionarse como padres si estamos haciendo algo mal. A pesar de seguir todas las pautas de crianza y educación cristiana desde la infancia, a veces enfrentamos desafíos inesperados. Sin embargo, es importante recordar que estas etapas de cambio y transición son porque adolecen de madurez, y con el tiempo, los hijos madurarán y verán la vida desde una perspectiva diferente.
A pesar de sentir que tus palabras no son escuchadas por tu hijo rebelde, cada muestra de amor y paciencia que le ofreces tiene un impacto. Algunos niños son naturalmente más inquietos que otros, y su energía y carácter únicos pueden ser un regalo de Dios que se desarrollará en algo extraordinario.
La vida a menudo nos confronta con situaciones inesperadas y trágicas que desafían nuestra comprensión. A pesar de las dificultades, es esencial confiar en Dios, recordando que Él tiene el control de todas las cosas. Vivimos en un mundo afectado por el pecado, pero debemos encontrar gracia y favor en la vida cotidiana, estando agradecidos por cada día que estamos vivos.
La impaciencia y el perfeccionismo excesivo pueden llevar a estrés innecesario y tener efectos perjudiciales en la salud física y emocional. A veces, la presión de responsabilidades y preocupaciones excesivas puede ser abrumadora, incluso para los líderes y pastores cristianos. Recordemos que, en medio de las luchas y preocupaciones, debemos confiar en Dios y disfrutar de la vida, sabiendo que el tiempo de cada uno está en Sus manos.
La fe no garantiza una vida exenta de problemas. En ocasiones, enfrentamos desastres naturales que afectan a unos más que a otros, lo que resalta la naturaleza aleatoria de la vida. A pesar de las pruebas, debemos glorificar a Dios, ya que las situaciones materiales pueden ser restauradas o mejoradas. Cómo enfrentamos las dificultades determina nuestra perspectiva de la vida. Aunque la vida sea compleja, no debemos perder la esperanza, ya que la fe en Jesucristo nos ofrece la promesa de una vida eterna sin sufrimientos ni tristezas.
En Eclesiastés, se resalta la importancia de temer a Dios. Aunque el poder y la riqueza pueden dominar en el mundo, solo lo que se hace por amor a Dios y a los demás tiene valor eterno. Cada acto de bondad, grande o pequeño, es significativo a los ojos de Dios y tendrá recompensa en su Reino. El texto de Eclesiastés nos enseña la importancia de vivir y servir a Dios con todo el corazón, bendiciendo a nuestros semejantes como un acto de amor y devoción a Dios.
Confiar en Dios y no en fórmulas o medios humanos para obtener favores divinos es fundamental. Someterse a la voluntad de Dios en todas las circunstancias de la vida es crucial, sin luchar contra ella, incluso cuando no entendemos las circunstancias o resultados. La vida es un regalo precioso y efímero, y cada día nos brinda la oportunidad de experimentar el amor de Dios a través de Jesucristo y Su Espíritu Santo. A pesar de los desafíos y obstáculos que encontramos, debemos confiar en Dios y en Su plan, reconociendo que la vida eterna que nos promete es mucho más valiosa que cualquier adversidad terrenal.
Atentamente, Pastor Guillermo Ayala
Eclesiastés 3:16-20
Eclesiastés 9:11-12
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